PROCESO ARTETERAPEUTICO - 1) Dimensión comunicativa
Hammer (2008) decía que para analizar el dibujo, era
necesario considerar la estructura y el contenido de las imágenes plasmadas. El
análisis del contenido tendría que ver con las imágenes simbólicas utilizadas,
ya sean rostros, figuras, u otros elementos.
4.2.1
Contenido: Imágenes plásticas. Símbolos. El origen de la
palabra “imagen” proviene del latín “imago”, “imitari”, que implica
representar, retratar, remedar. El ser humano posee otras formas de expresión y
comunicación, además del lenguaje verbal, y estas son las imágenes y los
símbolos. Representan cosas reales o imaginadas, que toman cuerpo en dibujos,
pinturas, sueños, escritos, etc. (Arias y Vargas, 2003).
Los orígenes de la capacidad de crear
símbolos y metáforas están en las experiencias prelinguísticas, es decir, antes
de que se desarrolle la habilidad de manejar las palabras para relacionarse con
el entorno. Virshup (1980) afirma que la teoría de los hemisferios plantea que
las primeras experiencias de vida son codificadas en imágenes. El símbolo
remite a la representación de una realidad a través de otra, sería como una
representación indirecta. Piaget (1993) considera que “(..) recién a los 2 años
se observa una conducta que implicaría la evocación de un objeto ausente. (p.
58).
Para el psicoanálisis el símbolo es
un vehículo que transporta lo inconciente a lo conciente, mientras que para los
humanistas, comporta la posibilidad de dirigirse hacia una integración de las
diversas facetas del ser humano, donde el cuerpo también es esencial a la hora
de crear un objeto. (Arias y Vargas, 2003).
Hegel (1967, citado en Loschi, 1979)
señala que:
El símbolo es, pues, un contenedor
que expresa una realidad contenida en él. Es un vaso que puede contener muchas cosas
convirtiéndose en símbolo de diversas realidades, en una relación que puede ser
del todo arbitraria y subjetiva. El símbolo, por lo tanto, es una expresión en
extremo extensiva y comprende toda representación que se sirve de signos [...] es
a menudo polivalente, hasta puede tener significados opuestos (piénsese, por
ejemplo, en la serpiente, que puede ser tanto símbolo de vida como de muerte).
Por eso el significado de los símbolos puede ser establecido con seguridad solamente
en el contexto, es decir, dentro de una estructura. (p. 344-345)
Andreoli Villar (1992) recomienda desconfiar del uso indiscriminado de
diccionarios de símbolos porque cada individuo puede tener un vocabulario
propio, aunque sea con elementos comunes (que no obstante siempre son
descubiertos a posteriori) sobre
todo en la interpretación y estudio de una producción arteterapéutica.
Dalley
(1987) se pregunta “¿Por qué no se acepta con mayor amplitud, el hecho de que la
actividad artística es beneficiosa? (..) En nuestra sociedad se concede un
valor muy alto a la comunicación verbal. El valor de la comunicación a través
de imágenes y de los símbolos, aunque suele aceptarse, es considerado como más
obscuro. La ambigüedad del arte en general lo coloca al margen, separado de la
corriente principal de la comunicación, ya que las personas no confían
demasiado en entender su significado o mensaje.” (p.17). Araya, Correa y
Sanchez (1990) coinciden con Dalley (1987) y plantean que el lenguaje verbal ha
adquirido un estatus exagerado en psicoterapia.
Tanto
Hammer (2008) como Fiorini (1998) consideran que el lenguaje tiene un carácter
multidimensional. Todo dibujo, síntoma, fantasía o acto tiene una historia de
la cual surgieron. Esa historia es un campo de vectores organizado y dinámico. Y
agrega Fiorini (1998), en relación a la tópica del proceso terciario,
que el dibujo o símbolo poseen una estratificación o sobredeterminación de factores
psicodinámicos nucleares. Esta nuclearidad surge como resultado del concepto de
imagen corporal.
En
la formación y proyección de las imágenes están presentes lo propio y lo
adquirido, lo hereditario, la época, el momento, el pasado y el futuro, pero de
una manera muy peculiar, como si estando en el sujeto o pasando por él,
hubieran sido absorbidos y transformados según un criterio desconocido,
obedeciendo quizá necesidades
personales. Las imágenes son el
resultado de una compleja tarea que realiza todo el ser por medio de sus cinco
sentidos: se apropia de los objetos para injertarlos dentro de su ser conciente
y de su inconciente, hasta que forman parte de sí. (Spinnato, 1969).
A
medida que la imagen adquiere un sentido y un significado compartido por el
grupo, se va transformando en signo y posteriormente, en palabra. Sin embargo,
como señala Langer (1966) “en nuestro
mundo espacio-temporal hay cosas que no se acomodan al esquema gramatical de
expresión, debido a que una idea que contenga demasiadas partes no puede
proyectarse en forma discursiva sino presentativa”. (p.30).
A
través de la representación plástica, la conciencia capta la sincronicidad y la
conexión de hechos que ocurren en lugares o tiempos separados; podríamos decir
que es un símbolo del tiempo. “Un modo poderoso que el hombre tiene de capturar
el tiempo y hacerlo durar a través del esfuerzo artístico”. (Merloo,1954, citado
en Loschi, 1979. p.12).
Ontogenia de la imagen
simbólica
A lo largo de la evolución filogenética,
el hombre ha especializado sus órganos sensoriales, pudiendo llegar a
interpretar los datos de la realidad y de sí mismo, plasmándolos en imágenes.
Esas imágenes son el producto de la interacción entre el hombre y el mundo
externo. (Loschi, 1979).
La imagen estaría formada por la
conjunción de dos tipos básicos de elementos: los proporcionados por la
percepción propioceptiva kinéstésica (sensibilidad de los propios movimientos)
y los provenientes de la exterocepción (como el tacto, el oído, la vista, el
gusto y el olfato.) Sensación, imagen y
palabra, aparecen simultáneamente en toda relación con el mundo externo,
constituyendo un conjunto representativo de la realidad. La facultad de
simbolizar proviene de esta capacidad de ligar, cuerpo, emoción y sensación a
los objetos percibidos visualmente. (Loschi, 1979).
La ontogenia de la imagen ha provocado
serias polémicas entre sus investigadores, en lo referente al momento en el
cual aparecen: mientras algunos sostienen que se encuentran en cierto modo
incluidas en la herencia, otros aseveran que recién se producen en los primeros
años de vida, variando en este último grupo las fechas asignadas al origen de las
mismas. (Loschi, 1979).
Spitz (1955) y Piaget (1993) plantean el
siguiente desarrollo evolutivo del proceso de simbolización:
SPITZ
|
PIAGET
|
-
Estadio
preobjetal: 0 a 3 meses
Durante
este período hay una total indiscriminación perceptiva. Sería una etapa
receptiva. El mundo es percibido como parte del propio yo, fusión que se
explica por el predominio de los receptores de contacto y escasez de
elementos visuales y auditivos resultante del limitado desarrollo de los
órganos y vías correspondientes.
Hacia
el segundo mes, el lactante percibe visualmente la aproximación del ser
humano. El rostro en sí, es el estímulo visual que más
frecuentemente verá el niño durante los primeros años de vida. Será el
primero que se establezca como señal en la memoria.
|
Período sensomotor: 0 a 2 años. Dividido en 6 estadios.
Aspectos afectivos de las
reacciones sensomotoras:
1) Adualismo inicial: Abarca
estadio I, y II.
No
existe conciencia de yo, no hay fronteras entre el mundo interior o vivido y
la realidad exterior.
I. Ejercicios reflejos: 1°mes
II.Primeros hábitos y reacciones
circulares: 1 a 4 meses
|
Segundo estadio: Objeto
precursor: 2 al 6 o 7 mes.
La
maduración somática y el desarrollo psíquico han progresado lo suficiente
para permitirle efectuar la activación de sus medios físicos al servicio de
sus experiencias, en forma de respuestas psíquicas. En esta fase responderá con una sonrisa al
ver un rostro humano. De esta comprobación y experimentación, surgirá la
discriminación entre mundo externo y mundo interno.
|
2) Reacciones intermedias: Abarca
estadio III y IV.
Se
multiplican las satisfacciones psicológicas que se añaden a las
satisfacciones orgánicas.
Se
observan nuevos estados frente a lo desconocido, y mayor o menor tolerancia
al stress. Aparecen conductas de modulación
de las excitaciones, la posibilidad de diferir las reacciones, etc.
El
lenguaje con los otros pasa a ser la imaginación de lo gestual, el balbuceo,
etc.
III. Reacciones circulares
secundarias : 4° a 8° ó 9° mes
IV. Coordinación de esquemas de
conductas adquiridas y su aplicación a situaciones
nuevas: 8° a 12 meses.
|
Tercer estadio: Objeto
propiamente dicho. Del 8° mes al 10°
mes.
Se
producen reacciones de angustia en ausencia de la madre, pues el objeto
libidinal (madre) está constituido e identificado. Hay un intercambio
comunicativo mas intenso con el objeto libidinal.
|
3) Las relaciones objetales: Abarca
estadio V y VI.
Se
produce la elección de objeto afectivo.
Porque
hay permanencia de objeto
V. Reacciones circulares
terciarias: 12 a 18 meses
VI. Iniciación de la
interiorización de los esquemas: 18 a 24 meses
|
Consideramos que la imagen plástica
expresaría, a través del tipo de relación que presente entre sus dos elementos
básicos (percepción propioceptiva kinéstésica y
exterocepción), el punto en el
cual el proceso de simbolización ha quedado detenido, y el tipo de conexión
establecido entre el adentro y el afuera. (Loschi, 1979). Doltó (2007) considera que:
Esta imagen es una síntesis viviente
en todo momento actual, de nuestras experiencias emocionales repetidamente
vividas a través de las sensaciones erógenas electivas, arcaicas o actuales de
nuestro cuerpo y cuya emoción evocadora actual orienta la elección inconsciente
de las asociaciones emocionales subyacentes que permite dejar aflojar” (p.59)
4.2.2
Contenido: Imágenes plásticas y símbolos
en la psicosis. Si relacionamos el
desarrollo evolutivo del proceso de simbolización, planteado por Spitz (1955) y
Piaget (1993), podríamos decir que la dificultad que se presenta en los pacientes con psicosis, en lo
referente a su capacidad simbólica, estaría situada en el tránsito deficitario
de los estadios preobjetal a objeto precursor, en Spitz (1955), o de adualismo
inicial a reacciones intermedias en Piaget (1993). Asimismo, tanto Freud (1914/2006) como
Winnicott (1993) dan cuenta de esta dificultad, el primero con la constitución
del narcisismo secundario y el segundo con el concepto de falso self, del que
hablamos en el capítulo 3.
Si
la capacidad simbólica aparece en los primeros años de vida, cuando surgen
conductas que evocan el objeto ausente, mediante la representación en el juego,
o el dibujo, nos preguntamos, ¿Qué pasa cuando no hubo inscripción de objeto?, ¿Qué se evoca en las imágenes?. Para que el
objeto pueda estar ausente, primero tuvo que estar presente. ¿Podríamos pensar que lo que se evoca en las
imágenes es inherente a la expresión del falso self?
De
los Rios Moller (2008) considera que “Como en un intento de reparación o de
búsqueda de la historia personal del sujeto(…) puede ser la fuente para
identificar esas imágenes internalizadas”.
(p. 27-28)
Por su parte, Loschi (1979) afirma que
la escisión entre los componentes extero e interoceptivos de la representación
plástica traerá aparejada consecuencias cuya gravedad dependerá del grado de
disociación de los mismos. También Wallon
(1965, citado en Loschi, 1979) nos habla de esto, y señala que, en las
alucinaciones visuales, las imágenes, disociadas de sus contenidos corporales,
“danzan” frente al paciente. Esto
hablaría de la desunión que es reflejo de la fusión del paciente con el mundo
externo.
Esta
falta de límites entre su yo y su entorno se trasladará a la dificultad para
distinguir entre figura y fondo, desarticulación que se arrastrará a confundir
el predicado con el sujeto. Si el vínculo cenestésico ha sido dañado al extremo de no permitir la
elaboración adecuada de la representación plástica de la madre, la duda acerca
de la eficacia de la misma daría origen a que todo tipo de imagen fuera copiada
con todo detalle, fiel, exacta y rígidamente, lo que dará como resultado una
representación siempre idéntica a sí misma, cerrada, de límites muy netos y muy
escasas posibilidades de enriquecerse por la falta de movilidad y capacidad de
combinación y crecimiento en base al aporte de nuevas imágenes. (Loschi, 1979) (Viñeta
II).
Sin embargo, la repetición podríamos
verla como un intento de elaboración, equiparable a los juegos infantiles. En
cada repetición se va enriqueciendo progresivamente la imagen con
circunstancias, y sentimientos diferentes.
Lo evocado por la imagen representa, es decir, intentaría volver a hacer
presente el pasado. Esto nos permite entender la importancia de poder
decodificar y plasmar dichas imágenes. (Loschi, 1979) (Viñeta II).
La expresión habitual en la
psicosis, es en sí misma metafórica. En el lenguaje psicótico: el sueño, las
palabras, y los objetos son a menudo intercambiables; las asociaciones sonoras
reemplazan a las asociaciones de objetos, es decir, el doble significado de las
palabras es empleado como el doble significado de las formas en los dibujos. (Bobon,
1962 y Reyes, 2007).
Los dibujos constituyen
sorprendentes ejemplos del pensamiento y del sentimiento en la psicosis. El
empleo de la parte por el todo, en términos de personas y objetos, la excesiva
fragmentación de las imágenes así como la elaborada denominación de los
dibujos, son medios de expresión muy típicos en las producciones de los
pacientes con psicosis (Naumburg, 1955, citado en Hammer, 2008).
Melgar
(2000, citado en de los Ríos Moller, 2008) afirman que, en los primeros cuadros
realizados por un paciente con psicosis, se descubre un universo fracturado y
angustiante donde “deambulan, en el vacío, objetos, partes del cuerpo, fantasmas
perdidos en el espacio, o demonios peligrosos, sin piso ni sostén. Hay un
esfuerzo por contener el caos (…) lo que se dispersó en el tiempo y el espacio.
(p.44). (Viñeta III)
De
los Rios Moller (2008) y Polo Dowmat
(2003) coinciden en que los pacientes con psicosis tienden a llenar todos los
espacios de la hoja para poder calmar la angustia. Sería una reacción al
llamado “horror vacui”, horror al vacío. Al contemplar la página llena, adviene
un sentimiento de calma, pero de una cierta extrañeza. El “horror vacui” irá
progresando a lo largo de las tareas plásticas, el paciente podrá ir dominando
el espacio de la hoja, pudiendo dinamizar y compensar la actividad
artística. La evolución del trazo daría
cuenta del proceso interior de cambio.
Debido al pensamiento mágico, propio
de la psicosis, es habitual encontrar imágenes en los dibujos en alusión a esta
forma de percibir la realidad. (Viñeta IV)